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Sobrepeso y obesidad

  • Foto del escritor: Andrea
    Andrea
  • 4 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

Regulación del peso corporal

El peso corporal es regulado por el organismo mediante complejos mecanismos integrados que modulan la ingesta de alimentos y el gasto energético. En el mundo primitivo, los depósitos grasos eran imprescindibles para la supervivencia. El cuerpo humano tenía grandes necesidades de energía derivadas del esfuerzo físico intenso y un gasto excesivo para equilibrar un deficiente aislamiento térmico, al que se añadía una precaria disponibilidad de recursos con accesibilidad difícil y temporal.

En tales circunstancias, el balance tendía a ser negativo y la obesidad era un atributo beneficioso e indicativo de bienestar. En la sociedad de bienestar actual, las circunstancias han cambiado radicalmente. El exceso de depósitos grasos se ha generalizado, constituyéndose en un problema sociosanitario grave. La obesidad mórbida constituye una situación adversa con repercusiones metabólicas, mecánicas y estéticas, cursando con un aumento de la morbilidad y de la mortalidad. En todos los países, independietemente de la renta per capita, está apareciendo una epidemia de obesidad. (1)

Causas del sobrepeso y de la obesidad

Hay evidencia convincente de que el ejercicio físico regular protege contra el aumento de peso, en tanto que los estilos de vida sedentarios, tanto en la esfera laboral como en el entorno doméstico, lo propician. Entre la población infantil, la excesiva dedicación a ver televisión y a los juegos informáticos están condicionando un aumento de la obesidad infantil. Hay también evidencia convincente de que la ingesta excesiva de alimentos de alta concentración energética con poco contenido en fibra y en micronutientes contribuye a un incremento de la obesidad. En un metaanálisis de 16 estudios sobre el papel de las dietas pobres en grasas se ha constatado que la reducción del contenido graso de la dieta en un 10% corresponde a una unidad de índice de masa corporal (IMC) de diferencia en la prevalencia de la obesidad.

Un entorno familiar y escolar que promueva hábitos alimentarios saludables y actividades físicas ejerce un papel protector sobre el riesgo de obesidad. Por el contrario, la comercialización excesiva de comida rápida, con elevada densidad energética y pobre en micronutrientes es causante de obesidad, y lo mismo sucede con un elevado consumo de bebidas azucaradas.

En la siguiente tabla se resumen los niveles de evidencia entre diversos factores y la aparición de sobrepeso y obesidad. (1)



Esperanza de vida del obeso

La esperanza de vida en el individuo obeso disminuye en relación inversa al porcentaje de sobrepeso, estimándose en 4 años menos para un sobrepeso del 25%, con un riesgo de muerte súbita tres veces mayor que en la población no obesa.

Cuando el IMC supera el valor de 35, la mortalidad global se duplica y al alcanzar un sobrepeso del 100% (IMC > 40), situación denominada mórbida o maligna, la disminución de la esperanza de vida se sitúa en 9,3 años, y la muerte súbita es más frecuente.

El riesgo individual de padecer diabetes, hipertensión o enfermedad coronaria disminuye con la pérdida de peso. La pérdida moderada de peso en el obeso con diabetes tipo 2, hipertensión o hiperlipemia mejora el control de la glucemia, baja la tensión y reduce los niveles de colesterol, respectivamente.

La osteoartritis por sobrecarga y la apnea de sueño también mejoran claramente. La obesidad moderada puede controlarse médicamente, pero las experiencias de restricción de ingesta en la obesidad mórbida se ven sistemáticamente abocadas al fracaso, con ciclos de reducción

ponderal seguidos de efecto de rebote, que producen desánimo en el paciente, en sus familiares y en el médico responsable. (1)

Consecuencias de la obesidad

Las consecuencias de la obesidad mórbida son múltiples:

a) Alteraciones metabólicas. Condicionadas por mayores depósitos grasos, alimentación excesiva y el sedentarismo. Las consecuencias pueden ser: gota, colelitiasis, diabetes mellitus tipo 2, hiperlipemia y arteriosclerosis.

b) Repercusiones cardiovasculares: hipertensión arterial, cardiopatía isquémica y alteraciones

del retorno venoso en extremidades inferiores, lo que induce la aparición de venas varicosas, con el subsiguiente aumento del riesgo de tromboflebitis.

c) Repercusiones sobre el aparato respiratorio: síndrome de hipoventilación crónica y síndrome de apnea obstructiva del sueño.

d) Repercusiones mecánicas. La obesidad favorece la aparición de hernia de hiato, por compresión ascendente del estómago, debido a la plétora abdominal. La abundancia de pliegues cutáneos por el acúmulo de grasa y el entorpecimiento en la motilidad condicionan una higiene deficiente que conduce a la aparición de lesiones intertriginosas cutáneas. Pero de mayor importancia son las alteraciones músculo-esqueléticas por sobrecarga mecánica en miembros inferiores y columna vertebral.

e) Repercusiones endocrinas. En las obesidades extremas, son frecuentes las disfunciones gonadales, debidas al aumento de la conversión periférica en el tejido adiposo, de andrógenos en estrógenos. En el varón, aparece entonces hipofunción gonadal con disfunción eréctil y oligoespermia. En la mujer, se presentan alteraciones menstruales, amenorrea y disminución de la fertilidad.

f) Repercusiones psicopatológicas. Los modelos estéticos, impuestos muchas veces por la moda, hacen que la obesidad sea vista como algo negativo socialmente, lo que provoca aislamiento

y depresión en el individuo obeso, junto a una elevada ansiedad y preocupación por adelgazar. (1)

Estrategias para la prevención de la obesidad

La prevención de obesidad en niños y adolescentes debe considerarse de elevada prioridad. Las

estrategias fundamentales de prevención son:

En niños, se debe:

• Promoción de lactancia materna exclusiva.

• Evitar azúcares y almidones añadidos a las fórmulas infantiles.

• Instrucción de las madres para que acepten la habilidad de los niños en regular su propia ingesta de energía, en lugar de exigir que el plato quede limpio.

• Asegurar una ingesta adecuada de micronutrientes para propiciar un crecimiento adecuado.

En adolescentes, se debe:

• Promover un estilo de vida activo.

• Limitar las horas de visualización de televisión.

• Promover la ingesta de frutas y verduras.

• Restringir la ingesta de alimentos densos energéticamente y pobres en micronutrientes.

• Restringir las bebidas azucaradas.

En adultos, se debe:

• Programar diariamente, al menos, una hora de actividad, de moderada a intensa.

• Disminuir la ingesta de alimentos energéticamente densos y de bebidas azucaradas.

Recursos Bibliográficos:

1. Gil Hernández A. Nutrición y Salud Pública, Nutrición como prevención y tratamiento de enfermedades, Sobrepeso y obesidad. En: Tratado de Nutrición III. 2 ed. Madrid: Médica Panamericana; 2010. p. 640-3. (1)

 
 
 

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